A medida que nuestros hijos crecen, nos puede costar más trabajo mantener la calma en el momento de llamarles la atención. Cuando son pequeños, no se nos ocurre en la mayoría de los casos, gritarles, porque tememos asustarlos y dañar su confianza en nosotros para siempre. Hoy te contamos por qué es importante no gritarles a los niños, pues los gritos generalmente sólo conducirán a la humillación y a la baja autoestima.
Educar a nuestros hijos desde la calma
Según Hal Edward Runkel, autor del libro Crianza de los niños libre de gritos, criar a los hijos sin necesidad de gritarles es educarlos a través de la autoridad de la calma, y agrega que la crianza más efectiva es cuando los padres logran mantener la calma, para poder elegir la manera en que queremos disciplinar a nuestros hijos, en los casos que fuera necesario.
Algunos de los consejos que el autor propone en su libro son entre otros no reaccionar emocionalmente ante la mala conducta de nuestros hijos y permitir que puedan explorar el mundo, aún cuando se equivoquen, porque esto les pemitirá experimentar diferentes lecciones de vida.
También el autor hace hincapié en la importancia de elegir castigos que podamos sostener con facilidad en el tiempo; es mejor castigarlos diciéndoles que no verán televisión por tres días y cumplirlo, que pregonar a los gritos que no verá televisión durante un mes, para incumplirlo al día siguiente.
Cuando los padres nos cansamos de pedir orden
A medida que los niños crecen sus habitaciones pasan a ser reinos prohibidos para los padres, sobre todo en la etapa de la adolescencia. Runkel propone no perder los estribos en esta situación y ayudarlos a que entiendan la importancia del orden y la limpieza en sus habitaciones. Algunas maneras de lograr esto es permitirles elegir los colores que quieren que prevalezcan en sus cuartos, así como la decoración y darles herramientas como cestas y envases donde puedan clasificar y contener sus pertenencias.
Esta es una manera de enseñarles el respeto por sí mismos, cuestión clave si queremos que nuestros hijos nos respeten y respeten a los demás. Esto es algo así como esa famosa frase que dice que no se puede amar a los demás si uno no empieza por amarse a sí mismo.
Los gritos son una manera de agresión que retrotrae al que los recibe y los hace sentirse inseguros y acobardados. Y por lo general, lastima más de lo que sana.
Siempre hablamos de la importancia de acordar con nuestros hijos sobre lo permitido y lo que no lo está; teniendo en claro esto es más fácil poner límites, y cuando el acuerdo se rompe, establecer las llamadas de atención más adecuadas. Después de todo, no apelar a los gritos es una de las mejores herramientas del buen amor, que es el que siempre queremos transmitirles a nuestros hijos.
Fuente: imujer
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